La Prima, La Mala y la Fea.
Tres espiritus me tornaron escéptico aquella noche. Sus conversaciones triviales y su falta de de encéfalo me provocaron la más perturbante náusea mental. Qué impotencia ante tal destello de banalidad y carencia de cultura entre comillas.
De sus cuerdas vocales solo ruido llegaba a percibir, el alfabeto perfecto de la disonancia salvaje, llevandonos con ello al climax del cliché más puro y vil.
Ella era standard. Solo mi impulso sexual justificaba mi ceguera ante la obvia verdad: era ordinaria y simplona y como Voltron al formarse, su tontedad cobraba fuerza junto a los otros dos seres extraños que la acompañaban.
Vaya armatrote! La sorpresa de lo incomprensible una vez más causada por mi ingenuidad y mi derecho a esperar por más.
Otro sorbo y aún atónito, me daba cuenta de cuanto lamentaba el despilfarro de aquel precioso tiempo. Divagando en lo surreal andaba cuando Manzano las mandó al diablo. Bien hecho.
El jinete sin cabeza del apocalipsis sería mejor bienvenido a mi casa que aquel trío de parlanchinas descoordinadas y sin escrúpulos.
Era San Valentín. Río en ironía y me pregunto cuándo la encontraré.
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